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miércoles, 16 de diciembre de 2020

Próximamente.

 Llegando a una breve pausa, pero regresamos con muchas más historias. Gracias por la fe.

domingo, 26 de diciembre de 2010

Ella. (Voyeur)

Estoy saboreando mi segundo vaso de Jack on the rocks y dando un trago largo a la coca-cola de dieta, vaso corto y vaso largo. Enfrente de mi computadora, pensando en el trabajo de la oficina que no puedo terminar. Por la ventana veo una ciudad gris, más bien fea, una ciudad grande que crece en problemas, inseguridad, rumores, ruido pero que a esta hora está dormida. Me levanto con el vaso de refresco y la veo a ella. Será una colegiala o estará en primer año de universidad. Vive en la casa de enfrente, de techos horizontales, en dos niveles, simplista modelo de una modernidad que se hizo vieja. Desde la altura del edificio de departamentos se facilita ver la vivienda y se dificulta acercarse a la imagen de la muchacha. Su recámara es un país en rosa pastel, poblado de muebles que a los dieciocho años que ella tendrá le quedan cursis, una niña que creció muy rápido, una chica que no ha llamado al negocio de decoración de interiores, que se le hizo tarde. Un suéter azul turquesa, pantalones de mezclilla, y ella cierra la puerta arroja el suéter levanta su camiseta de marca se queda en camiseta blanca de las que usan los jovencitos varones que a ella, le queda apretada. Se desabrocha el pantalón de mezclilla y batalla para que salga, lo arroja rápido. Toma un libro que cerrará 30 segundos después, en boxers y camiseta se mete a la cama, abre las piernas, suspira de aburrida, se toca el estómago plano se cuenta los vellos invisibles de los brazos, suspira de nuevo, se despeina, piensa un poco inmóvil y no sé, a lo mejor sonríe pero no alcanzo a verla, luego los boxers abajo hasta las rodillas y viste un calzoncito de algodón blanco, se levanta la camiseta de chico apuesto, brinca sobre la cama, una vez, hasta la ventana, escondida, se meterá entre las sábanas, terminará de quitarse los boxers la camiseta, luego acariciará sus muslos blancos, menudos, subirá su delicada mano y yo le doy un sorbo más a mi coca cola de dieta, miro el vaso de jack on the rocks, la pantalla de la computadora, los papeles, los números y la silla que dejé vacía.

Lucía Luz.

viernes, 3 de diciembre de 2010

Homenaje.

Cuando Sandra y yo despertamos, saciadas, desnudas, enlazadas, la pequeña, ya no virgen, seguía allí.

Lucía L.

viernes, 26 de noviembre de 2010

El regalo.

Siempre que la veía estaba malhumorada, era una chica muy bonita, peinada de lado, de piel muy blanca. Era muy joven, a lo mucho 20 años. Pero detrás de la ventanilla tenía una mala actitud. Un día me le acerqué. Yo vestía una falda negra, muy entallada, y una blusa azul, y ese día me peiné en cola de caballo. Cuando ella me dio mi recibo yo me le quedé viendo y le murmuré "estás muy bonita, toma esto te va a gustar y te vas a sentir mejor". Era un regalo que le hice y le pasé por la ventanilla. "Yo lo uso a veces" y me le acerqué. Ella lo miró con curiosidad. Era un tubito de gel multi-orgasm. "Te lo puedo poner un día de estos, después del trabajo ¿va?". La chica sonrió de contenta y se sonrojó. Yo regresaría al día siguiente.

Lucía.

jueves, 25 de noviembre de 2010

Plaza (colegialas).

Bienvenidos a mi página de historias. Son bienvenidos tus comentarios y tus propias vivencias. Un día tuve que ir, molesta, a hacer un trámite a otra ciudad. Trabajo en una empresa y fue la primera vez que me pasaron un expediente, para llevarlo a revisión a la matriz de nuestra compañia. La noche anterior llegúe a un hotel muy lindo en el centro, previa reservación. Llegué temprano, vestida en un bonito traje sastre que saqué de mis maletas desde la noche en que llegué, estrenando mi portafolios de cuero café.  Cuál fue mi sorpresa al llegar a la dirección y ver que la oficina estaba cerrada. La hora de apertura no era sino hasta las diez. Me puse a caminar y la ciudad se sentía silenciosa, limpia a esa hora. Llegué a una pequeña placita, frente a unas casas de aspecto antiguo, que antes fueron viviendas de familias acaudaladas, y hoy, una albergaba un restaurante de aspecto caro, otra más se veía abandonada, otra era una dependencia gubernamental y la otra un colegio privado de señoritas, según se leía en el gran cartel. Desde luego vi algunas chicas afuera del parque, unas platicando alegremente, otras fumando. Me senté en una banquita y las chicas, que eran de preparatoria por su edad, me vieron con extrañeza. Tal vez pensaron que era una nueva maestra, por mis ropas, o de plano una forastera. Vi a una niña con mucho interés. Vestía un uniforme de cuadros tipo jumper, muy corto, zapatos impecables, un chaleco innecesario pues hacía algo de calor. Ella se dió cuenta que admiraba su esbelto cuerpo, y mientras daba una calada a su cigarrillo, murmuró algo a otra chica, esta de pelo castaño y piel muy blanca, bonita también.
Las chicas se me acercaron. "¿Cómo te llamas?" "Lucía", respondí secamente pero las vi a ambas y me recordé a mi misma como colegiala. "¿Y ustedes que hacen fuera del colegio" Ellas me platicaron sobre un castigo por no hacer la tarea y que tenían permiso de entrar hasta la hora siguiente. Yo sonreí con malicia y me aseguré de su edad. Martha tenía 18 años, y su amiga, Dinorah, la chica de pelo castaño, era un año mayor, tenía 19 y el próximo año iría a la universidad. Yo las invité a las dos, sin pensar, a mi habitacion del hotel, "a divertirnos un poco, vengan, estoy aburrida". Ambas chicas sonrieron con agrado y me acompañaron. Fuimos discretas y en lugar de usar el elevador a la entrada del viejo y solitario hotel del centro, subimos por las escaleras, hasta el segundo piso donde estaba mi cuarto. Entramos y una de las dos camas estaba desecha. El cuarto olía un poco a encierro. Yo tomé a Dinorah de las manos, la besé lentamente, mientras Martha nos veía, levantaba su falda, mostraba su impecable ropa interior de chica inocente pero traviesa, y nos mostraba su forma de tocarse. Yo luego besé a Martha, y las tres nos envolvimos en un encuentro de placer, caricias y besos. Toqué a Dinorah, luego de desvestirla y bajar sus panties de seda, en color crema. Era una chica muy delgada y linda, y se sentía muy húmeda. A pesar de ser mayor que Martha tal vez no tenía mucha experiencia. Yo le dije "chica sucia", y Martha rió a gritos, en bra y panties. Yo terminé de desvestirme y le dije a Martha "demósle un baño a esta chica". La tomamos de la mano y la metimos a la bañera. Martha y yo le dimos un baño con esponja a esa chica, limpiando y frotando sus partes llenas de jugos de placer, ahora de agua y jaboncito. Cuando terminamos, vestidas y peinadas de nuevo, tocaron a la puerta. La señora del servicio a cuartos se sorprendió cuando nos vió. "Son mis alumnas" le dije. "Venimos a un viaje de estudios a su bonita ciudad". Las dos jóvenes sonrieron tímidamente, Martha ahora traía su chaleco en las manos. Prometí volverlas a ver y les dije que fueran al colegio rápido, y a Dinora que suerte en su entrada la universidad, que ya estaba preparada. Yo tomé mi maletín, y me dirijí a la oficina. Ya era la hora de entrada.