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viernes, 26 de noviembre de 2010

El regalo.

Siempre que la veía estaba malhumorada, era una chica muy bonita, peinada de lado, de piel muy blanca. Era muy joven, a lo mucho 20 años. Pero detrás de la ventanilla tenía una mala actitud. Un día me le acerqué. Yo vestía una falda negra, muy entallada, y una blusa azul, y ese día me peiné en cola de caballo. Cuando ella me dio mi recibo yo me le quedé viendo y le murmuré "estás muy bonita, toma esto te va a gustar y te vas a sentir mejor". Era un regalo que le hice y le pasé por la ventanilla. "Yo lo uso a veces" y me le acerqué. Ella lo miró con curiosidad. Era un tubito de gel multi-orgasm. "Te lo puedo poner un día de estos, después del trabajo ¿va?". La chica sonrió de contenta y se sonrojó. Yo regresaría al día siguiente.

Lucía.

jueves, 25 de noviembre de 2010

Plaza (colegialas).

Bienvenidos a mi página de historias. Son bienvenidos tus comentarios y tus propias vivencias. Un día tuve que ir, molesta, a hacer un trámite a otra ciudad. Trabajo en una empresa y fue la primera vez que me pasaron un expediente, para llevarlo a revisión a la matriz de nuestra compañia. La noche anterior llegúe a un hotel muy lindo en el centro, previa reservación. Llegué temprano, vestida en un bonito traje sastre que saqué de mis maletas desde la noche en que llegué, estrenando mi portafolios de cuero café.  Cuál fue mi sorpresa al llegar a la dirección y ver que la oficina estaba cerrada. La hora de apertura no era sino hasta las diez. Me puse a caminar y la ciudad se sentía silenciosa, limpia a esa hora. Llegué a una pequeña placita, frente a unas casas de aspecto antiguo, que antes fueron viviendas de familias acaudaladas, y hoy, una albergaba un restaurante de aspecto caro, otra más se veía abandonada, otra era una dependencia gubernamental y la otra un colegio privado de señoritas, según se leía en el gran cartel. Desde luego vi algunas chicas afuera del parque, unas platicando alegremente, otras fumando. Me senté en una banquita y las chicas, que eran de preparatoria por su edad, me vieron con extrañeza. Tal vez pensaron que era una nueva maestra, por mis ropas, o de plano una forastera. Vi a una niña con mucho interés. Vestía un uniforme de cuadros tipo jumper, muy corto, zapatos impecables, un chaleco innecesario pues hacía algo de calor. Ella se dió cuenta que admiraba su esbelto cuerpo, y mientras daba una calada a su cigarrillo, murmuró algo a otra chica, esta de pelo castaño y piel muy blanca, bonita también.
Las chicas se me acercaron. "¿Cómo te llamas?" "Lucía", respondí secamente pero las vi a ambas y me recordé a mi misma como colegiala. "¿Y ustedes que hacen fuera del colegio" Ellas me platicaron sobre un castigo por no hacer la tarea y que tenían permiso de entrar hasta la hora siguiente. Yo sonreí con malicia y me aseguré de su edad. Martha tenía 18 años, y su amiga, Dinorah, la chica de pelo castaño, era un año mayor, tenía 19 y el próximo año iría a la universidad. Yo las invité a las dos, sin pensar, a mi habitacion del hotel, "a divertirnos un poco, vengan, estoy aburrida". Ambas chicas sonrieron con agrado y me acompañaron. Fuimos discretas y en lugar de usar el elevador a la entrada del viejo y solitario hotel del centro, subimos por las escaleras, hasta el segundo piso donde estaba mi cuarto. Entramos y una de las dos camas estaba desecha. El cuarto olía un poco a encierro. Yo tomé a Dinorah de las manos, la besé lentamente, mientras Martha nos veía, levantaba su falda, mostraba su impecable ropa interior de chica inocente pero traviesa, y nos mostraba su forma de tocarse. Yo luego besé a Martha, y las tres nos envolvimos en un encuentro de placer, caricias y besos. Toqué a Dinorah, luego de desvestirla y bajar sus panties de seda, en color crema. Era una chica muy delgada y linda, y se sentía muy húmeda. A pesar de ser mayor que Martha tal vez no tenía mucha experiencia. Yo le dije "chica sucia", y Martha rió a gritos, en bra y panties. Yo terminé de desvestirme y le dije a Martha "demósle un baño a esta chica". La tomamos de la mano y la metimos a la bañera. Martha y yo le dimos un baño con esponja a esa chica, limpiando y frotando sus partes llenas de jugos de placer, ahora de agua y jaboncito. Cuando terminamos, vestidas y peinadas de nuevo, tocaron a la puerta. La señora del servicio a cuartos se sorprendió cuando nos vió. "Son mis alumnas" le dije. "Venimos a un viaje de estudios a su bonita ciudad". Las dos jóvenes sonrieron tímidamente, Martha ahora traía su chaleco en las manos. Prometí volverlas a ver y les dije que fueran al colegio rápido, y a Dinora que suerte en su entrada la universidad, que ya estaba preparada. Yo tomé mi maletín, y me dirijí a la oficina. Ya era la hora de entrada.